David Byrne: defender la interacción humana
Via ETCÉTERA
Por Fernando Mejía Barquera
El gran David Byrne tocó el martes en el Teatro Metropólitan de Ciudad de México (hoy estará en Monterrey, el sábado en Guadalajara); al mirar y sentir la interacción del artista con la audiencia —el intercambio simbólico de sonidos y mímica con el público— fue imposible no recordar el aporte más reciente de Byrne acerca del vínculo entre el ser humano y la tecnología, publicado el agosto del año pasado en Mit Technology Review (https://www.technologyreview.com/s/608580/eliminating-the-human/amp/).
ESCENARIO VACÍO
“Eliminando al humano”, se llama el artículo de Byrne y en él expone cómo la forma actual de usar la tecnología disminuye progresivamente la interacción entre los seres humanos; lo dice un amante de la tecnología, no alguien que la considera “nociva”.
David Byrne ama la tecnología. Los conciertos de American Utopia —su gira en curso y nombre también de su disco más reciente— son ejemplo de innovación tecnológica, pero también de conciliación entre ella y la interacción humana. El reto que se planteó Byrne al diseñar la gira fue tocar en un escenario “vacío”, sin cables en el suelo, micrófonos colocados en stands de piso, instrumentos instalados en una posición fija, snakes, monitores, en fin la parafernalia habitual de una ejecución musical en vivo. No por un afán de lucimiento tecnológico, sino para que la libertad de movimiento permitiera a los músicos expresar nuevos mensajes corporales.
SONORIZACIÓN
La sonorización para las voces, las guitarras y el bajo no era problema: bastaba con establecer conexiones inalámbricas con micrófonos de “diadema”; guitarristas y bajistas, por su parte, están acostumbrados a traer colgado su instrumento con un tirante. El asunto del teclado podía resolverse con un buen soporte apoyado en hombros y cintura para mantenerlo fijo y permitir la ejecución. El problema era la batería: ¿cómo tocar sin una batería completa instalada en el escenario?
El asunto se resolvió distribuyendo los elementos de una batería básica en cuatro percusionistas: uno a cargo de la “tarola” y los platillos de contratiempo; dos más para los toms —uno de aire y otro de piso—, y uno más para el bombo. Lo admirable es que nunca se pierde la coordinación ni el beat característico de una batería. Dos músicos más se encargan de ejecutar otras percusiones: bongós, conga, etcétera.
ATADURA ROTA
Con la sonorización inalámbrica, Byrne y sus músicos tienen libertad para desplazarse por el escenario: de izquierda a derecha y al revés, hacia el fondo y hasta la orilla de la tarima a medio metro del público. A veces lo hacen bajo un patrón coreográfico, otras a su albedrío.
Una interacción humana de tipo masivo tan intensa como la que se vivió el martes en el Metropolitan no sería posible sin el desarrollo de la tecnología en audio, que permite a David Byrne y sus músicos un intercambio simbólico con la audiencia sin la atadura que representa tener que guardar posiciones fijas o semifija en el escenario; atadura impuesta no por gusto sino por condicionantes tecnológicos que el ex líder de Talking Heads ya rompió. ¿Lo harán otros?
TECNOLOGÍA HUMANA
En su artículo “Eliminando al humano”, David Byrne analiza el uso social y económico que se da, por ejemplo, a los pedidos online, la música digital, las apps de navegación, el chekout automatizado, la fuerza de trabajo robótica, los asistentes personales, la educación en línea sin interacción directa del docente y las redes sociales. Reflexiona:
“No estoy diciendo que muchas de estas herramientas, aplicaciones y otras tecnologías no sean convenientes, inteligentes y eficientes. Yo mismo uso muchas de ellas. Pero en cierto sentido van en contra de lo que somos como humanos. Hemos evolucionado como criaturas sociales. Y la capacidad para cooperar es uno de los grandes factores de nuestro éxito. }
“Yo diría que la cooperación e interacción social —la que nos hace quienes somos— es algo que nuestras herramientas pueden aumentar pero nunca reemplazar. Cuando la interacción se convierta en una cosa extraña y desconocida, entonces habremos cambiado el quién y qué somos como especie… Diría además que hay un peligro para la democracia. Menos interacción, incluso la interacción casual, significa que uno puede vivir en una burbuja tribal. Y todos sabemos a dónde conduce eso”.