Genios reunidos

Via El Pais

Ramón Fernández Escobar

Diciembre de 2007. David Byrne (Dumbarton, Escocia, 1952) anuncia que él y Brian Eno, compinche asiduo en los comienzos, preparan su primer disco conjunto en casi tres décadas. ¿Confesión a bote pronto? Para nada: ambos llevaban más de un año trabajando en Everything that happens will happen today con premeditado secretismo. "No estábamos seguros de si podría cuajar, por eso lo ocultamos", confiesa Byrne desde Nueva York, en vísperas de su gira asiática. Y después de una de sus habituales pausas reflexivas, continúa: "Me aterraba la tarea de añadirle letra y melodía a las piezas que me había enviado Brian, porque sonaban, para mi sorpresa, a música folk. Con acordes muy sencillos. Y temía que la gente esperara otro My life in the bush of ghosts o un disco de ambient. Esto era muy distinto".

Byrne y Eno conocían el listón: ese My life in the bush of ghosts, su rupturista obra maestra de 1981, cuya reedición propició el reencuentro. Un collage de voces sampleadas, ritmos funk-rock y electrónica, aparecido justo después de que Eno produjera tres álbumes consecutivos de la vieja banda de David, Talking Heads: More songs about buildings and food (78), Fear of music (79) y la cumbre de la trilogía, Remain in light (80).

"Cuando Brian y yo nos adentramos en aquella aventura de 1981, al principio creíamos estar haciendo un disco de baile, y luego nos lo tomamos como si se tratara de la música de una civilización imaginaria. Como en el nuevo, se pretendía experimentar, con mucho de accidente". No extraña que David diga eso: las muestras vocales insertadas entonces provenían de cantantes egipcios o libaneses, predicadores de Nueva Orleans e incluso un exorcista. Y la tecnología, aún analógica, propiciaba felices hallazgos al encajar samples e instrumentos. Everything that happens will happen today se ha elaborado a través del correo electrónico, con Brian y David en sus respectivos estudios caseros de Londres y Nueva York. Y las probaturas de Byrne sedimentaron en lo que denomina "un proyecto de folk-electrónica-gospel".

Sus dudas, por cierto, casi cambian la historia. Brian Eno, en vista de que David llevaba meses sin responder a su primer envío, cedió una de las piezas a Chris Martin, el cantante de Coldplay (Eno les estaba produciendo Viva la vida), ante sus deseos de convertirla en canción. Y otros seis meses después, justo el día en que Martin anunciaba haber llegado a buen puerto, se recibía el correo de David con One fine day, primer fruto de sus disquisiciones y un tema construido, casualmente, a partir de la misma pieza. Martin, comparados los resultados, optó por una prudente retirada.

Byrne desentraña su método: "Al final asumí nuestro acuerdo, y todo se volvió fácil dentro de los límites. La música era de Brian y no se me permitían cambios, aunque a veces estuviese tentado de modificar cierta sección o algunos acordes. Me acabó gustando tener parte de la responsabilidad eximida. Y el objetivo era que aquello sonara natural, pese a que el proceso no lo fuera".

Para el texto de One fine day, Byrne se inspiró en la novela de Dave Eggers What is the what: the autobiography of Valentino Achak Deng (2006), publicada por Mondadori en España el año pasado como Qué es el qué. El libro alude a uno de los llamados niños perdidos de Sudán y narra su trágica huida, acosado por las milicias, de un campo de refugiados a otro, hasta llegar a Nueva York. "Es una odisea de dolor y tortura, pero transmite un optimismo naíf, él nunca se rinde, que me influyó mucho. Hasta el punto de que me puse a cantar y pergeñar una melodía sobre el instrumental de Brian en cuanto leí la última página".

Ese tono caracteriza todo el álbum: el letrista Byrne contrapone a los horrores del mundo una idea de esperanza, con el amor convertido en dique. Como en Life is long, perfecto reflejo del sabor gospel del disco, donde vibran los coros de Brian detrás de David. Un gospel secular, aunque Brian hable en las notas de su amor por el género puro y duro. Lo descubrió gracias a los propios Talking Heads, fans de la música negra, durante la grabación en Bahamas de More songs about buildings and food. Aquel álbum alcanzó éxito con una versión de Take me to the river, de Al Green. El original era soul amoroso, pero acarreaba resonancias bíblicas, y acabó recibiendo arreglos gospel en la interpretación del grupo para su álbum en vivo de 1982, The name of this band is Talking Heads.

More songs about buildings and food también daba pistas sobre el perfil multidisciplinar de Byrne, autor del mosaico fotográfico de la portada. El hombre eternamente comparado con los renacentistas reniega de dichos símiles: "Son como una maldición, hay que olvidarlos enseguida. Si no, acabas como esos Nobel que después del premio se paralizan y ya no pueden trabajar". En el álbum de 1978, Brian Eno empezó a dar énfasis al bajo y la batería en la música de Talking Heads. De ahí pasó a los primeros ritmos africanos en Fear of music y al festín polirrítmico de Remain in light, modelo de bandas actuales como Vampire Weekend. En la nueva colaboración, Byrne y Eno tocan todos los instrumentos, salvo baterías y percusiones que, junto a algunos metales, se han añadido a posteriori.

La diferencia de enfoque no impide a David incluir temas de la vieja trilogía en su presente gira, denominada Songs of David Byrne and Brian Eno tour, sin la presencia del segundo, y que pasará por España en abril. "A Brian no le interesa tocar en directo. Lleva sin hacer giras a gran escala desde los setenta. Sólo a veces comparte escenario en París con Rachid Taha, el músico franco-argelino. Y hay canciones de Talking Heads que engarzan bien con algunas de este nuevo disco". No parece que sus sensaciones al tocar aquéllas sean las mismas de 2002, cuando interpretó varias junto a sus ex compañeros en el ingreso del grupo en el Rock & Roll Hall of Fame: "Me sentía como en una banda de tributo, versionando mis propias canciones. Lo que no cambia es mi relación con ellos: sigue siendo fría".

¿Pero qué ha cambiado entre el Brian Eno de hace 30 años y el actual a la hora de colaborar? "Brian nunca ha sido tan dominante como la gente decía. En cualquier caso, ambos somos ahora más relajados y flexibles. Yo sigo buscando el resultado perfecto, pero ya no la solución perfecta: caben varios caminos para alcanzar el objetivo", asegura David, supervisor concienzudo de la mezcla del álbum (Brian tenía otro compromiso) y de los milimétricos ensayos de su puesta de largo, trufada de coreografías.

Byrne desmiente la leyenda que habla de roces en el pasado entre Talking Heads y Eno: "Si no, no le habría pedido que me echara una mano con The Catherine Wheel en 1981, el score que hice para un ballet. Resultó como un juego, una especie de acción-reacción entre los dos. Cuando produce, a Brian le da en ocasiones por considerar la música material de partida para crear algo distinto. Y eso resulta excesivamente fanático para muchos. A mí me gusta, pero en nuestra época no era habitual, porque no existían inventos como el Pro Tools".

Con las nuevas tecnologías hemos topado. Everything that happens will happen today fue distribuido en Internet, con escucha completa gratuita y descarga de pago, antes de la venta en CD y vinilo. "Tras las experiencias de Radiohead o Nine Inch Nails y lo mucho que había escrito sobre el tema, creí que debíamos llevarlo a la práctica. Sin embargo, el mundo no ha cambiado del todo: mucha gente, mi hermana por ejemplo, aún necesita el soporte físico. Y la audiencia de David Letterman está claro que no es consciente de que existe un disco, si no hay una promoción convencional. No pasa nada".

Como disquero, además de autoeditar este trabajo, Byrne se ha desvinculado de Luaka Bop, la compañía de world music que fundó en 1988: "El sello tenía más que ver ya con el negocio que con la música. Y en cómo lograr que ese negocio sobreviviera. Mi socio, Yale Evelev, sigue al frente".

En el disco hay cameos de renombre, pero en papeles insignificantes, todos amigos de Eno: Robert Wyatt, Phil Manzanera y Jarvis Cocker (éste, sin acreditar). Otro compañero de andanzas de Brian, Robert Fripp, ya tocó en Fear of music. Y luego, con Talking Heads en plena fiebre funk, hasta Bernie Worrell, el teclista de Funkadelic, o Nona Hendryx en los coros, prestaron sus servicios. La Hendryx y su conexión con la música disco le sirven a David para hablar de su nuevo proyecto: "Intento terminar mi álbum con Fat Boy Slim, Here lies love. Sólo me falta cuadrar los calendarios de dos o tres vocalistas". David está grabando a cantantes como Tori Amos, Cyndi Lauper, Martha Wainwright o Sharon Jones, una gran voz por corte, para esa obra inspirada en Imelda Marcos. "Su fascinación por las discotecas me ha permitido algo muy poco habitual: contar este tipo de historia con música dance".

Tanto cosmopolitismo de Byrne choca con la profusión del concepto de hogar en su disco con Eno. "Admito que es una especie de obsesión. Y encima para alguien como yo, que siempre ha aparentado que no le importaba. Pero cuando viajo es cuando me doy cuenta, pese a haber nacido en Escocia, de que pertenezco a Nueva York".

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