El robot de David Byrne
Via El Pais
By Tereixa Constenla
Julio, de pie, en mitad de una sala vacía, canta algo triste en inglés y en español. Parpadea, arquea las cejas. A veces le tiemblan ligeramente los dedos. Da un poco de miedo. "No hay que verlo demasiado cerca", aconseja David Byrne, uno de los padres de la criatura. Julio es un robot humanizado hasta detalles que intimidan. "El diseñador japonés Masahiro Mori sugiere que nuestra empatía emocional con las animaciones y los robots aumenta a medida que se aproximan a la apariencia humana y que entonces, en un determinado momento, la empatía emocional cae en el valle y se transforma en repulsión", escribe Byrne sobre la obra Song for Julio (Canción para Julio), una de las creaciones incluidas en la exposición Máquinas & almas. Arte digital y nuevos medios, organizada por el Museo Reina Sofía, donde permanecerá hasta octubre.
En la penumbra que rodea a Julio, sobresale la ropa clara de Byrne, el ex líder de Talking Heads. Obviamente él eligió la melodía, pero su parte favorita son los ruiditos que el robot hace durante los descansos. El humanoide tiene otro padre: David Hanson. Sus creaciones robóticas están en museos de medio mundo. Impresionan por esa expresividad facial tan humana, aunque Julio es el primero que canta. Se construyó en Dallas durante tres meses, explica Kevin M. Carpenter, director del departamento de hardware de Hanson Robotics.
Es una de las propuestas singulares de la muestra que consagra a las nuevas tecnologías como un flamante filón creativo. La veintena de artistas parece competir en afán de impactar. Las creaciones de luz de Paul Friedlander, un artista fascinado por la física y las matemáticas, hipnotizan con su juego de ondas, colores y formas. Las de Sachiko Kodama carecen de precedentes. Kodama manipula unos líquidos (los ferrofluidos) con propiedades electromagnéticas, que van cambiando de forma constantemente. Gracias a campos magnéticos y al control informático se logran esculturas que se hacen y deshacen sin parar. Sus efímeras creaciones tienen un cimiento científico y un efecto mágico.
"El futuro de Internet no está escrito. Sabemos que nos va a cambiar como humanos pero no sabemos cómo. Es lógico que tenga su reflejo en el arte", indicó Montxo Algora, uno de los comisarios de la muestra. Algora repasó los profundos cambios políticos, sociales y tecnológicos ocurridos desde 1986, cuando se inauguró el Reina Sofía con una exposición que ya miraba hacia nuevas tecnologías. Entonces había 100.000 usuarios de Internet. Y ahora, comparó, son 1.407 millones.
Sin estas transformaciones, Natalie Jeremijenko y Ángel Borrego no hubieran creado su estación espacial urbana para aislar emisiones de dióxido de carbono en los tejados, ni Ben Rubin y Mark Hansen habrían desarrollado su Listening Post, una selección de fragmentos de chats ingleses. Una voz informática los recita. "I like weekend. I like the USA. I like Bush but I like Reagan better".